El cielo resplandecía a nuestros ojos, penetraba en ambos.
Vestidos sucios y antiguos caminaban paso a paso. Muñecas de porcelana rotas y caballeros daban el fruto mortífero de parcas.
Todas nuestras muñecas estaban ensangrentadas por el rasguño de la cuerda. Tenía los ojos cenagosos y el muchacho de detrás vacíos por completo. ¿Dónde te escondes, pequeño? Preguntaba al niño desaparecido de su interior.
Solo sabe el cánabro y quién lo conoce qué nos depara el destino...
Tres escaleras y una tarima de madera, cuatro sogas, cuatro cuellos.
Un mago se remanga, un pájaro escapa de su jaula,un juglar despista al público, un tic-tac provoca eco, por último, un niño alza la voz, canta al compás de los corazones enredados en las cuerdas.
Realmente, soy el mago con el as en la manga, soy un pájaro libre, soy un juglar que juega con las palabras, soy una vida de reloj, soy una persona que entona una canción, pero... jamás he sido un corazón.
Un filósofo dicta el destino, ¿quién pretende dar muerte a la propia muerte?
Creen sus ojos que se cierra el telón. Un momento, aún no. Es pronto para el final.
El destino se retuerce con el cielo... la muerte con la vida, y la libertad con su contrario.
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