Otra vez lo ojos. No consigo despegarlos.
Otra vez, una mañana más ciega por el destino que me encierra y tortura en una habitación blanco, viendo a otra yo desde los brazos entrelazados en mis rodillas.
En el límite del bien y del mal se alzan mis alas. No soy más que algo llamado "ser humano" o más bien "error". Tuve miedo y aún lo tengo, hace una mezcla explosiva con el intento de olvidar un error (este último, imposible). Unos cuantos diría yo...
La luz se apaga y ella deja huella en mis ojos.
Busco a tientas un sentimiento, no sé cual, pero uno. Encuentro la soga con vida del miedo que aprieta mi cuello y deja salir y entrar tanto un hilo de voz como un poco de respiración. Entre lágrimas y desesperación cede a la piel de mi cuello.
Una adivinanza sin pies ni cabeza: ¿qué es?,¿por qué?
Un velo cubre mi cuerpo y la luz vuelve a encenderse, la sábana de la tranquilidad deja caer un par de segundos de paz. Si el miedo te vence, estas perdida. Si el corazón aún funciona jugaría tanto la vida, como la valentía. Y si osan decirme que perderé igualmente, no será por la inexistencia de el intento.
Siempre, lo que da fuerzas para volver a luchar es el corazón aferrado a la cabeza.
Si cojo un espejo no veo mi reflejo, no me veo a mí. Te veo a tí, y a tu vida ligada a la mia.
Si dejo de ser ciega todas las mañanas, es para verte a tí, como continua tu vida.
Si alguna vez te pierdo (sé que no...) pero si pasara, sería esa vieja arrugada, arropada junto al cristal lleno de gotas de agua que te encuentra entre líneas de poesía y sueña cada noche con su muerte. Aquella que te encuentra entre las sábanas de un antaño y vive solo para recordar el brillo de tus ojos y la increíble persona que fuiste y eres.
Respuesta con pies y cabeza: Es el destino. Es así porque estas viva. Y lo último y más importante, estas enamorada.