Surcaba los suelos de su palacio de cristal cual bailarina en un lago de hielo (soldado de la que una vez, solo una vez, escribí con pluma). Saltaba, ponía los brazos en combinaciones de números ordinales y nombres franceses que no consigo recordar, pues la importancia no atraviesa por el camino de "los pasos consumidos", consta de la unión de belleza y perfección ejecutada en ellos. Cuadros bélicos, paredes victorianas, artillería pesada, velas y olor a canela.
Fin de la exhibición y descripción de danza y pasillo de baile.
Un leve suspiro de pausa, un abrir y cerrar de ojos y pie para la continuación.
Un atardecer de vainilla acariciaba sus mejillas gracias a los resquicios de la finitud de ventanas. Sus oyuelos sonreían (con picardía innata) y el tick-tack dictaba la hora en la cual debían ser abiertas las puertas del Reino de Corazones. Justo al acabar el canto del reloj de pared, leyó lo releído e impregnado en la memoria como si de tinta del no olvido se tratara.
- Deberás dar uso de la llave de tu corazón para abrirme- con recelo, desabrochaba los botones de su camisa nívea para abrir su corazón; posteriormente, posaba la llave de hielo que abría la puerta del indefenso daño que tuvo en su poder el ser humano, en horas desdichadas.
Una vez abiertas las puertas de "Jar of Hearts" la Reina acarició cada frasco, con la yema de sus dedos y los escalofríos franqueaban cada poro de su piel invernal.
Estos son todos los hombres (o quizá me equivoque de concepto, ya que según los cuentos de reinas o princesas se les denomina ranas, al ser posible con una repulsión una vez expresado sea en voz) que han puesto en juego sus corazones por ti, por tu integridad. Escondidos por tus manos en estos frascos, pero antes de tal acto, huiste de la arma blanca del dolor.
Ardientes de deseo por salir y custodiarte para siembre, sin embargo quién custodia eres tú y usufructúas la llave de hielo por corazón.
Y sé de tal custodia por las noches en las que tus paredes no existen (para mi) y duermes entre plumas de cisne junto a todos estos corazones y al calor que desprenden. Mas sé que las gotas de la pared, lágrimas tuyas son, una vez cristalizadas por la frialdad que deja tu pasar.
Algún día escribiré sobre tu corazón, le tengo aquí esta noche, dentro de mi.