Entré de puntillas en el salón.
Esa, esta, noche no me vencía el sueño de tantas otras.
Busqué entre las estanterías que llegaban hasta el techo un libro que leer.
Una distracción y a la vez tentación. Detesto el chocolate, así que no puedo saciarme con él.
Le sostuve entre mis dedos y me senté de piernas cruzadas en el sofá blanco. Mordisqueando la piel de mi uña, abrí la primera página del libro.
Otra cosa que odio, esas páginas en blanco que ocupan un estúpido espacio. No tiene importancia, manías mías.
Deboré páginas y páginas. Pero había un espectáculo de telón abierto en mi cabeza, que no dejaba de entretenerme. Cada vez que intento leer, comienzan los aplausos.
"Hace un par de horas que noto algo sobre mis labios, puedo sentirlo, pero no existe contacto".
Alcé mis ojos marrones a la altura del marco de la puerta, pero no a la misma.
Allí estaba mi sueño, mi vida, el actor de aquel telón... allí estaba esa "cosa" que me estremecía. Su cabeza apoyada en el marco y con las manos en los bolsillos.
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
- Desde que has salido de puntillas de la habitación.
- Oh...
- ¿Quieres venir a dormir conmigo?
- No.
- Entonces déjame abrazarte mientras lees.
Una mueca ocupó mi rostro. Pero realmente era una gran sonrisa, para que negarlo.
Me acurruqué como un gato en su pecho. Y seguí leyendo con mi distracción (él) rondando sobre mi cabeza. Con su respiración en mi cuello y los latidos del corazón a la espalda.