Crecimos en inocencia y en ella nos salen los dientes, cuales seres humanos.
Asomamé mi hocico en el agujero de una pared, como un gato que busca un ratón. Encontrando, por desgracia, recuerdos, lástima no asustarme de ver un roedor correteando.
De ratones a retales de vestidos. Telas valiosas, brillantes, enloquecedoras. Pero de un tamaño pequeño, para vestir la cabeza de un alfiler.
Érase una vez un hada madrina...vestidos, palacios, zapatos de cristal, bestias, enanitos, libros, cabellos que llegan desde lo alto del aposento mas alto de un castillo para luego rozar los pies de un caballero, caballos, fregonas, antagonistas, protagonistas.
Principes y princesas del reino, os presento a un par de calcetines.
Perdamos cuentos de hadas, princesas y caballeros andantes con puertos de partida. Para buscar a una pareja de calcetines. Uno al sur, otro al norte.
Mi calcetín estaba perdido para mi, incluso llegué a pensar en su inexistencia.
Pero un susto, milagro y demás sinónimos, susurró que existía.
Sólo tenía que buscarle en un, no cuento.
Abrí mis ojos como platos, o más aún. Sí, ¡mucho más!
Había encontrado en un lugar de este mapa de cuyo nombre no quiero acordarme pero no olvidarme de quién habita y quién importa a este calcetín con bolitas de lana.
Mi calcetín se daba a conocer tímidamente. Pero lo hacía. "Quería saber más de mi..."
Sólo esos ojos de océano podían ver lo que había dentro de este calcetín loco de atar.
"Eh...las mejores personas lo están, dijo el sombrerero de Alicia"
He encontrado a mi vida, digo, calcetín.
Principes no, hadas no, bestias no, cabellos rubios no, vestidos rosas no.
"Quiero a mi calcetín, que corten la cabeza a quién ose entrometerse en mi vida de cajón"