Con el frío incrustado en la piel, las mejillas ardiendo y en calcetines desparejados, salió a la calle. Pequeña, pero no delicada, solía decirse a si misma, valiente. Por afrontar pequeños detalles que un humano descerebrado no podría ni remediar ni apreciar.
Cogió un puñado de nieve, para llevar el agua entre sus dedos al cajón de sastre.
El desorden rebosaba de la madera carcomida. En él escondía todo aquello que puede hacer infeliz al portador de una vida, desde objetos hasta sentimientos, cruzando el diverso océano de más cosas. Al esconder la nieve encontró un soldadito de madera, sin sonrisa, el rostro totalmente inexpresivo. Apartó los restos de la poca nieve que quedaba y sacó el soldadito. ¿Sabes qué es lo mejor de nosotros? Dar vida a quién no la tiene. Recordó el antaño recuerdo y comenzó a sonar con voz grave un érase una vez...
Una lágrima se deslizó por la mejilla del soldadito y finalmente apretó su cabeza contra el propio corazón, cargado de lo que no se puede ver pero esta en cada rincón. La sala desprendió una luz, que dió paso a la creación de un árbol rompiendo las cuatro paredes que encajonaban a la muñeca y al soldadito. El soldadito creció, cual árbol. La muñeca se alzó con las manos vacías. Él las miró, el soldadito las miró y escuchó la mecánica del corazón. Éste, aportó al vacío lágrimas y sonrisas... junto con...
Adivina adivinanza, ¿qué es aquello que puede hacernos tanto sufrir como hacer feliz, qué es aquello que nos puede dar la vida o quitárnosla, qué sentimos sin querer?
Una pista, ¿cuál es realmente la debilidad de un ser humano?