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Mundo perfecto, susurré al cristal.
Golpeé suavemente mi reflejo, para darme, así, cuenta de dónde estaba.
Vivía en un océano del tamaño de una bola de cristal.
-Porfavor...ten cuidado- Suplicaba mientras sus manos manoseaban mi hábitat. Era delicada, tanto ella como yo.
Hice un obillo con mi cuerpo, y sentí como copos de nieve caían a mi alrededor. Y el pingüino de adorno, mi fiel compañero, miraba mis pies con una sonrisa. Atrapé su gorro de rayas rojas y blancas, colocándolo sobre mi flequillo.
Cual lluvia, repiqueteé el cristal para llamar la atención del humano que me sujetaba. Sonrió.
- Oh...tu sonrisa...- Daba tumbos a ambos lados de la bola de cristal.
- Sueltamé, soy insignificante- Su expresión cambió por completo. Hinché las mejillas como un pez, para volver a verle feliz.
- Baila conmigo- Grité con los papos doloridos.
Pero mi bipolaridad cambió de fase. Ahora quería que me dejara de una vez.
- Olvidamé- Le pedí.
- Sabes...somos de mundos diferentes, pero ahora, mi mundo eres tú. Te amo. - Abrí los ojos y la boca, y procedió a guardarme en el bolsillo de su abrigo. Un piano sonaba tras sus pasos.