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domingo, 22 de febrero de 2015

Dormir en otro colchón

Resulta incómodo. Las sábanas de lija, el olor de un cuerpo extraño dormido al lado, un brazo encogido que debería estar extendido por encima de mis caderas. Además del vaivén sin ritmo de su pecho o quizá sea yo, que ya no sé seguir el ritmo de las noches. Del costado izquierdo molesta, como también del derecho y mirando al techo ni el tiempo ve la hora de que ego concilie el sueño. Entonces viene cuando mi cabeza loca se equivoca y prefiere pensar a soñar. Admiro su capacidad de convicción para las noches en vela y con ternura, pongo un brazo bajo mi cabeza. - Tengo los ojos encharcados- y ahogadas mis intenciones de soñar. Ahora tú en mi pensamiento, tan sereno. La boca me sabe a hierro, cereza y sal. 

Dormir en otro corazón es como hacerlo en otro colchón. El corazón no encuentra postura, se le clavan los muelles, y por si no fuera poco, no sueña. Porque, (mal)querida, este no es tu dulce hogar. De mientras las ojeras lamen la tez de melocotón de una mujer que "no sabe cómo volver a casa". 

domingo, 15 de febrero de 2015

Cebo vivo

Nuestros ojos eran una bandera en permanente derrota y nosotros ya no éramos los mismos. La sumisión de un barco en la arena, ¿quién? He aquí la derrota de miel. Ver la luna yacer desde la proa y el olor a vejez. Tu tez, y las aguas no saben bailar la lluvia. De mis versos a los besos de la brisa marina, y el sabor a sal. El pelo ondeando en los pensamientos, jugando con el tiempo y ceso, porque no puedo más.

A sus órdenes mi capitán, izad el corazón y contad los sentimientos por banda. Cuando él ordene disparad, y asumid que en esta nuestra guerra nadie gana. Hostil y el vaivén de tus mandíbulas. En cada lunar una estrella, tu espalda es el cielo y yo me pierdo, como se pierde un pez. En el clímax de la confusión, hay espinas y un marinero. Juraría ver tus ojos pero igual me equivoco, y a veces parece que tu respiración late en mi pecho.

Hoy hace frío, mañana también. Hoy estamos perdidos, mañana no sólo también, sino que ya no hay rumbo.

Lo había. Hasta que me percaté, torpe de mi, que tu corazón era magnético y mi cabeza una brújula con cordura. Cercanía. Ni los siete mares, ni siete vidas, ni cartografías, yo no sé dónde voy porque perdí la cabeza. Cualquier día voy a escribir una carta de navegación y sin querer escribo con el corazón.