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domingo, 21 de diciembre de 2014

Ego, Miss Invierno

Él y yo hoy no tenemos corazón, ni razón de ser quienes éramos porque no hay un por qué. Las ojeras grisáceas y el rostro tan níveo como la perfección del mármol de Miguel Ángel. Sus manos, haciéndonos inhumanos. 
La brisa invernal acaricia tu pelo, y tú tan sereno. Yo te concedo mi piel, para la larga noche pero quédate. La noche más larga hace que tiemblen nuestras pestañas, y tú cada día pareces más invierno. Yo ya no tiemblo, pero. Aún tus ojos hacen de mi alma escarcha y yo ya no sé vivir sin ellos. Acostumbrada a este frío de ausencia y terciopelo, qué voy a hacer contigo. 
Responde Invierno, acurrúcate en mi pecho. 
Querría bailar contigo mientras nievo, tus manos en mis costillas endulzándome aquí dentro. A mi que me devoren los pensamientos, yo te pienso.

Hoy es la noche más larga de nosotros mismos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

El tiempo es agotador

"Estamos agotadas"susurran mis ojeras. El invierno me ha resquebrajado los labios, y el corazón. Pero qué exquisito es ver las agujas del reloj y los pétalos de una rosa. Quiero una rosa blanca, como la nieve, como mi dolor. No obstante, sería tan sencillo obviar todo, que me parece aburrido. No hay tiempo que perder. Qué bellos son los días grises, hacen que mis pestañas estén más cansadas de lo habitual, y su rutina llevadera me enternece. 

Las manos de vainilla y macadamia, y la cabeza no cuerda. Pues un día hizo la maleta y ni tan siquiera se despidió, quién soy yo para pedir que vuelva. Un loco más en un mundo que sólo tiene un error, el ser humano. Y mírame. Cuan sencillo sería olvidar, ¿verdad? Juguemos a hacer como que nada importa. Pero qué pasa si dentro de quince años nos aburrimos, no podremos volver atrás. No cabe duda que soy una ignorante, pero, qué dulces y sencillas son las pequeñas cosas del día a día. 

Sólo el cielo, y el olor a vainilla. 


lunes, 8 de diciembre de 2014

Ego, ella, no su recuerdo

Quiero evocarte el dulzor que despierta Diciembre, que bajen del cielo tus ojos perlados, ansío darles un poco de mi luz. Se iluminan mis lágrimas y se cierra mi garganta, torpe a los recuerdos. 
Así pues, cada vez que cruzo el umbral de tu hogar, mi corazón pisa en tierra hostil. Hostil no por ti, sino por mi. Suelo equivocarme con la frecuencia que la lluvia humedece tu retrato en piedra, como también suelo llover cada vez que me hago débil a tu sonrisa. Yo sucumbo a tu corazón, y su latido es la conciliación de mis sueños. 
Pero mi cordura me privó de ellos y yo ya no sueño. No obstante espero paciente, no tu regreso porque nunca volverás, pero sí el sueño. Y por favor, que sea tan real que parezca que he besado tu piel de terciopelo. Quiero que mis mejillas sean escarlata, por causa de tus labios. Como consecuencia estoy dispuesta a sufrir el más terrible "echar de menos". 

Hoy en día, cuido de tus fotografías, como no, si te lo prometí. Lo hice siendo una niña, con tierna inocencia y ahora, sin ti, tengo la certeza de una mujer. Pero he de decirte que a veces lloro como cuando lloré en tus brazos. 
A veces pienso, "qué agradable sería que aún estuvieras en Arizona". Y acto seguido siento la necesidad de ir a buscarte, de meter en la maleta sólo una cámara e ir a la casita blanca del desierto. Y una vez allí, encontrarte. La esperanza es lo último que se pierde, pero ¿qué esperanza tengo yo
Sólo sé la de "cuando llegue el momento", paciencia, no tengo prisa pero eso sí, cuanto vacío hay aquí dentro.


Aún recuerdo cuando hace un año aún amaba la Navidad