Seguidores

viernes, 17 de enero de 2014

Carta estelar de la mujer que perdió y recuperó su estrella haciendo de su corazón, astrolabio

y creé fuegos artificiales, para iluminar las almas de aquellos que vagan por el vacío en la nada

Las manos alzadas al tintineo de los astros se estremecían al compás con mis costillas, clamando una victoria por aceptar la realidad habiéndole hecho tragar sus palabras al testarudo corazón. Había conseguido en tiempos bélicos ganarme la guerra y esta bella soledad lunar, helaba rencorosa mis pulmones. Surgió el rocío por mis pupilas, lamiéndome hasta la garganta y emané una voz, tan tenue que podía haber sido una confusión con el viento, pero no. Susurré a mis labios una poesía, que me hacía viajar hasta la cama donde hicimos el amor, y conocedora del daño, mi memoria volvería a los recuerdos una y mil veces, aunque la bravía de las aguas llevaría mi cuerpo a las punzantes rocas.

Nunca se ha de pensar en la tragedia del cuerpo sin vida de Ofelia, lo trágico es que nadie supo amar la cordura ausente y sólo los insensatos vieron muerte, donde realmente había amor. 

Es la muerte en vida y no la muerte sin destino. Es el dolor y no físico, de un cuerpo perdido en un mundo irreconocible predestinado al completo olvido. Una mujer cosiendo su corazón con las agujas del reloj, para hilar el tiempo que lo rompió. ¿Qué sientes corazón? 
Y el silencio prende fuego a las cenizas sin previa meditación. Ardiente la pasión se enraíza al cuerpo del hombre que siempre amó, tiemblan las piernas, los labios y las manos a ciegas, acariciando cada constelación. Y de esta a esta, esta mi corazón. Y de esta a esta, estamos tú y yo mi amor. Y de esta a ninguna, esta dónde acaba nuestro amor. 

Un día vi una estrella fugaz y me enamoré y sentí lo mismo que cuando me enamoré de ti.