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miércoles, 16 de julio de 2014

En la miseria de mi mísera ausencia

En mi más frívola soledad, era de aquellas mujeres que miraba el reloj, que le preguntabas la hora y lo volvía a mirar. Yo miraba el mundo, lo miraba como ignorante que era y sigo siendo, pero ya sé que veo mejor sin los ojos, pero aún cuando sueño no sé lo que ven mis "..." y he aquí un vacío de duda, de los que duermen conmigo hasta en el insomnio.
Un día perla, como siempre al son de un piano de miel y las manos manchadas de tinta china, miré el reloj y vi más allá de él, con mi torpeza arranqué sus agujas y ya ni tan siquiera oía el tiempo. Ni me oía a mi, enmudecí. Y de mis recuerdos hice hilos, y tejí, con la pasión de una araña tan negra como mi ausencia.

Conocerse es sentir que ya no eres músico, que eres música, que ya no eres un poeta, si no cada palabra de cada verso

Hace tanto tiempo que dejé de ser Sara, que perdí la noción. Tejiéndome me conocí (y lo ignorante que soy), mi madre siempre decía "seres de luz" y yo me sentía tan oscura y tan vacía, que qué era yo. Un mecanismo oxidado de llorar todos y cada uno de sus fracasos, hice bien en perderme, el tiempo siempre será mi perdición. Y me tejí, pero no mi persona, no tiene nombre exacto pero puede decirse corazón. 
Del color de la luz, y del tiempo de no saber qué hora es. Lo siento, pero no sé lo que es.

El día del último hilo, aquel día llegamos a enamorarnos, él y yo, no, miento, yo