Seguidores

domingo, 12 de octubre de 2014

El bello arte de ser la Luna

Sumiso el delirio abraza, pero esta vez no de grandeza.
Sino tristeza que encharca, sus ojos de terciopelo, 
al son de un día de lluvia que, nunca duerme. 
No había quién amaneciera aquellas mañanas, 
ya no era el sol de mis días, era de noche para mi desdicha.
Pero peor aún era que yo, ego, no brillara con luz propia.
Es el bello arte de ser la Luna
Los gatos arañaban cada poro de mi piel y yo seguía siendo 
tan blanca como aquella noche, en la que tú, hacías que yo 
irradiara. 
No valían las mejores galas, ni un collar de perlas, ni absolutamente
nada. 
El espejo decía que no era la más bella de los cielos y quizá, 
de los mundos. 
¿Entonces yo qué era? Ya nada. Ni a sus ojos era bella. 
Y así un día, me dejé llovar por una nube más negra que mis 
pensamientos. Tan tétrica, que no pude evitar de enamorarme.
Yo era ingenua, fíjate que hasta pensaba ser la única en el Universo
y no lo era. 
A kilómetros se frenó, y yo, caí sin ella.
Me pregunto qué estarían diciendo mientras yo caía, lentamente.
Y después sólo sé que no lo recuerdo bien, pero, dejé de ser 
quien era. 
Ya no era luna ¿entonces qué? ahora no era. O tal vez sí, 
miré mi reflejo en un charco, cual espejo. 
Y era la soledad, esa yo era. ¿Y ahora qué? 

Ahora, la soledad no entiende de quienes, y estás
sola.