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jueves, 25 de septiembre de 2014

Al morir el tiempo

Había llorado 15 lunas, desde entonces. Quién vuelve a ser el mismo cuando el corazón ya se ha ahogado una vez, y en ocasiones es costoso respirar debido al agua en sus pulmones, dime quién. El cielo era semejante a mi corazón, gris y con probabilidad de lluvia. Al fin y al cabo, no somos tan diferentes como creíamos, ¿verdad? Casi todos los días llovemos y rara vez nos brilla el sol, tenemos frío y ¿cómo abrigas el cielo? 
Pero ya no sólo es que llovemos, sino que hemos sufrido una metamorfosis exquisita, y es que ahora caemos lentamente porque somos lluvia. Yo soy la lluvia que hace que lo que un día de sol ves gris, al día siguiente sea un gris oscuro casi negro, pero no del todo. 
Soy quien cae desde lo más alto y se deja llevar, y qué hago yo si el viento me enamora, me endulza hasta besar el suelo y humedecer sus labios. 

Recostada en un sillón de la Inglaterra victoriana, mirando la calidez del vacío y durmiéndose mis pestañas, he de decir que. "Para el verdadero romántico el fondo lo es todo" y sí, porque amamos sufrir, amamos considerarnos ignorantes y no vivir en la ignorancia del ser, y lo que cualquiera en una palabra dice "dolor" nosotros, los poetas, lo escribimos en tantas palabras hasta morir nuestro tiempo.
Deberíamos llover más.

-dijo sencillamente, embriagada por el exquisito olor del café, como diría Oscar Wilde.