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lunes, 8 de diciembre de 2014

Ego, ella, no su recuerdo

Quiero evocarte el dulzor que despierta Diciembre, que bajen del cielo tus ojos perlados, ansío darles un poco de mi luz. Se iluminan mis lágrimas y se cierra mi garganta, torpe a los recuerdos. 
Así pues, cada vez que cruzo el umbral de tu hogar, mi corazón pisa en tierra hostil. Hostil no por ti, sino por mi. Suelo equivocarme con la frecuencia que la lluvia humedece tu retrato en piedra, como también suelo llover cada vez que me hago débil a tu sonrisa. Yo sucumbo a tu corazón, y su latido es la conciliación de mis sueños. 
Pero mi cordura me privó de ellos y yo ya no sueño. No obstante espero paciente, no tu regreso porque nunca volverás, pero sí el sueño. Y por favor, que sea tan real que parezca que he besado tu piel de terciopelo. Quiero que mis mejillas sean escarlata, por causa de tus labios. Como consecuencia estoy dispuesta a sufrir el más terrible "echar de menos". 

Hoy en día, cuido de tus fotografías, como no, si te lo prometí. Lo hice siendo una niña, con tierna inocencia y ahora, sin ti, tengo la certeza de una mujer. Pero he de decirte que a veces lloro como cuando lloré en tus brazos. 
A veces pienso, "qué agradable sería que aún estuvieras en Arizona". Y acto seguido siento la necesidad de ir a buscarte, de meter en la maleta sólo una cámara e ir a la casita blanca del desierto. Y una vez allí, encontrarte. La esperanza es lo último que se pierde, pero ¿qué esperanza tengo yo
Sólo sé la de "cuando llegue el momento", paciencia, no tengo prisa pero eso sí, cuanto vacío hay aquí dentro.


Aún recuerdo cuando hace un año aún amaba la Navidad