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domingo, 25 de enero de 2015

Filatelia

Yo estaba loco, lo reconozco como un ciego reconocería el color de un paisaje. Con humor y desgracia, la reacción química más destructiva y menos perceptible de ser humano. Y fíjate, que no he dicho "del". Cada día me preguntaba ¿y qué es la locura, querido? La sentía en el pecho cuando miraba sus ojos, cuando respiraba de su boca y caía a besos hasta sus pies. Yo la locura la vivía, tal y como la vive cualquier enamorado. O mejor aún, cualquier persona que goza de saber lo que es la felicidad a pesar de no tenerla. 

Como un lunático confunde el término y sólo tiene ojos para la luna. Taciturno y con paciencia, siempre mirando cómo caminan tus piernas. Y, quizá, pensando en cómo pensarás, qué pensarás, si hoy prefieres rosas blancas o azules, o besarme en un delirio de grandeza. Te miro y eres, la elegancia de la belleza y mis suspiros al vaivén de tus caderas. 
Al crepúsculo mi certeza huía, y la no cordura color melocotón, para entonces de mi no quedaba ni una pizca. O mejor aún, ¿de quién?. Qué grande es el mundo, para sólo un loco más.

Ya no hay paz para los malditos, una caricia del viento gélido. La antítesis de una sonrisa, como diría el señor Rothfuss, no tengo corazón. Ella lo decía, su voz bailaba en mi cabeza, me ataba a sus cuerdas y yo qué era. Una marioneta de su tiempo y no el mío, Juraría que me duele hasta el recuerdo, en mis días sinceros.
Mientras me preguntas, te evadiré diciéndote que mires al cielo, que cierres los ojos y tengas sensatez. Tú me dirás que si crees que eres estúpida y yo confesaré:


Ego, digo él,  coleccionaba cuantas veces le rompiste el corazón. (Él, o yo) Cogía lápiz y un papel, escribía la fecha y cómo era el cielo, tú te dignabas a aparecer en el mismo tren, en el mismo andén y a la misma hora, que el olvido. Otra vez, tú por aquí.