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sábado, 4 de febrero de 2012

Pastel de cruda realidad:

Por las noches, le arropaba con dulzura un insomnio nocturno, su excusa: 
"Cuida tú de ti, si crees que alguien se preocupará por ti, despierta de tus sueños. Pisarás tanto Tierra como realidad ".
Aspiró al afán de superación humano, a demostrarse a si quién y cómo era, lo que había y venía, el pesimismo y la realidad. Además de un pastel de cruda realidad. 

Sus ojos rozaban el suelo, pero aún en su mano mantenía el objeto de trapo que sin sentimientos la amaba día y noche. Cuando ella lo necesitara. 
Aún recuerdo cuando le puso enfrente de sus ojos, mirándole, tratando su cuerpo como si de una persona fuera (lo que no hacemos nosotros, tratarnos como humanos). Buscó en sus ojos vidriosos el pensamiento que yacía en su cabeza. Necesitaba saciar la necesidad de saber que tenía a alguien, que ese alguien era ella y por último, que ella estuviera dentro de ese peluche, no le bastaba observar su reflejo en un espejo, no le convencía. Sin embargo, él, era algo inerte, pero sin su apariencia. 
Cuando no tenía la presencia de ese "ser" y deseaba gritarle al mundo, giraba el pomo, adentrándose en su fantasía, la imaginación. Cerraba los ojos, se sabía el camino como la palma de su mano. Hablaba consigo, con su pequeño peluche. 

A excepción de cuando lloraba, guardaba sus lágrimas en frascos almacenados en las cuencas de sus ojos, por orden, para saber por qué lloraba y cuando debió haber llorado. Entonces abría su jaula, lo único que podía separarla de los demás, su pequeño trozo de libertad. Lo abrazaba y lloraba en su hombro, si acaso tenía que desatar su ira, lo hacía contra la almohada, las paredes (estas últimas con arañazos), desgarrando tela... 

Hasta que un día, el día que escribió en su diario:
"Hoy el cielo es gris, las nubes lloran y tengo miedo, creo que me he encontrado, he encontrado la llave". 
Nunca sabes lo que el tiempo va a deparar. Ella lo descubrió, invicta... el insomnio huyó cabizbajo, cayendo por un abismo, su abismo. El abismo que ella creó con su nombre, que la encierra en la libre soledad. Por último escribió:
"En mi mundo nadie es más fuerte que yo". 
A partir de ahí durmió siendo una mariposa, muriendo cada noche y renaciendo a la siguiente. Describiendo la palabra a la que hoy llamamos "invicta" y siendo ella su propio significado.