Seguidores

sábado, 1 de diciembre de 2012

El lago de la Soñadora:

Déjate llevar por los sueños, pues querida soñadora, vives para demostrarte quién eres y a dónde puedes llegar. 

Un día el cielo sucumbirá a nuestros sueños, cayendo a los pies y asustando a soñadores, que mirarán al suelo y en ese fragmento de tiempo, donde quedarán anonadados, sus cabezas estarán vacías, enmudecerán las dudas porque nada, absolutamente nada, tendrá sentido.
Pero para ese día estamos los que no nos esperamos nada de nadie, porque algún día el cartero que no es ni persona llegará. Con buenas o malas noticias, al fin y al cabo, noticias. Suspiraremos y nuestro al rededor tornará en niebla, dejándonos sumisos en unos puntos suspensivos. 

Cogí la barca y me adentré al lago, esperando sin paciencia, como acostumbro. Mirando al mundo y no viendo nada, porque estoy ciega en cuanto a esperanza se trata. 
En mitad, las olas dormían respirando de vez en cuando por algún movimiento ajeno a mi. En soledad, el anochecer se me antojaba majestuoso, dispuesto a lucirse para que nadie se detenga a apreciar su belleza. Pero para ello, había alguien inesperado, alguien que no cuenta con nadie, ni consigo mismo para tomar decisiones. A estas horas, estarán ahogando sus penas en alcohol, pero los ahogados son ellos en sus lágrimas.
La noche gélida aguardaba una aurora, tan admirable como sencilla, pues es luz. Nacemos con los colores, el mundo es color y de repente, le sacamos los colores al cielo y nos sorprendemos. 
E ahí lo increíble de algún ser humano (por no sentirme más sola aún), saber que en la sencillez duerme la grandeza. 
No quería parpadear y mis ojos lloraron por dos motivos, por mi culpa y por la tuya, por regalarme un cielo tan maravilloso. Gracias mundo por existir, gracias existencia por acabar con nuestra destrucción tarde o temprano.