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jueves, 1 de noviembre de 2012

Der Wanderer über dem Nebelmeer:

El pintor debería pintar no solo lo que se encuentra frente a él, sino también lo que ve en su interior. Si no logra ver nada, debería dejar de pintar lo que se encuentra frente a él.


Anduve años, hasta encontrar la existencia allá donde empiezan los bosques. Entre escarcha y resquicios de luz se encontraba mi persona. 
Estoy donde comienza la realidad y duermen los sueños en el insano recuerdo. E aquí la crónica de una muerte anunciada, pues remorderé mi conciencia hasta que la cordura más dulce sea la dosis de cianuro estrictamente necesaria para que duerma mi corazón en un profundo letargo. Entonces y solo entonces despertará el alma en un futuro incierto, donde nada es lo que parece porque quizá nunca lo fue. Y surcaré la ciudad de los poetas muertos hasta encontrar los versos que me hagan añorar, entonces recordaré quién fui y por qué. Me miraré en sus ojos, para hallar el reflejo del alma. 

Esa noche la luna me miraba, pero esta vez estaba vacía, exhausta de solo revelar una de sus caras. Yo simplemente era el Invierno que vaga por la ciudad. 
Buscar un sentido a la vida sería tan absurdo como C. Friedrich mirándola con optimismo. Por ello no me detuve, seguí dejándome llevar por mis propios pasos. Sin olvidar que el destino es una de mis sombras, la que no desvela la luz, precisamente; ya que es un reino indescriptible puesto que nunca sabes que va a pasar hasta que ocurre y si observas el pasado perderás el presente pero ningún día llegará el futuro, solo es un pasajero del tiempo enjaulado en la inexistencia. 
En un futuro, sin yo saberlo, sería escritora, pero nunca lo supe hasta el presente y me di cuenta de que en un pasado lo fui y el destino sabe mi futuro, que se resumirá a mis propios pasos, los que nunca sabré. Nunca sabré quien seré, ni quien soy, pero si quien fui. Solo sé el pasado puesto que cuando empecé escribir, ahora lo sé y soy. 

Somos inalcanzables como el cielo. Tan impredecibles como el tiempo y tan ciertos como la historia. Solo que nadie nos recordará, solo nosotros mismos. E ahí el temor del ser humano, irse sin dejar huella. "Mis cartas" son el sustento de mi pirámide. Y el punto de inflexión es el amor que siento por ti. "Quizá el viajero buscaba el amor entre la niebla, puesto que nunca lo ves, solo lo sientes y quizá no sea del todo cierto".