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viernes, 9 de noviembre de 2012

Requiem for a dream:

"Una de las cosas que aprendí y comprendí es que cada vez que la ciudad sustenta mi cuerpo, las calles están llenas de espejos, nunca olvidaré que los ojos son el espejo del alma..."

Es como aprender a domar una bicicleta, cuando lo consigues pueden pasar meses, días e incluso años. Quizá dentro de 30 años vuelva a subirme y no sabré cómo pero seré capaz sin querer. Llegó el día en el que el paso no significará nada para la humanidad, pero si para mi, para una persona con los ojos clavados en el cielo gris.
Siempre temí a este día, mi vida dará un giro radical, porque una parte de mi quedará en el recuerdo. Y en algun lugar de mi memoria, echaré de menos el Teatro. Llegó el día en el que los escenarios no podrán demostrarme la seguridad en mi misma, después de ocho años he de decir adiós. Siempre serás mi hogar, mi refugio y el vacío existencial que dejas aquí, donde no cabe tan siquiera un corazón. 
Tarde o temprano sabía que esto ocurriría, quizá vuelva y no me reconozcas pero te demostraré que es como andar en bicicleta. Nunca olvidarás mis ojos, como yo tu alma...

Mientras escribo esto, estoy llorando. Porque esto no es una parte de mi vida, es algo que nació en mi. Algo que los martes por la noche me demuestra que estoy muy equivocada. "Siempre hay algo más que aprender". Me despediré de los escenarios con el color de la muerte, el amarillo.


Nos enfrentamos día a día al futuro. No tomando, si no tragando decisiones y sabiendo que lo inevitable será el lobo paciente del camino más largo.
Un día los ruiseñores volverán a cantar una oda a la alegría, por el momento el réquiem retumba y hace temblar a las pasiones que mueren exhaustas. Porque hoy mueren, pero renacerán no sé cuando y volveré a sentirme quien era. Los sueños mueren para quizá ser realidades.
Todo lo escrito el día de  hoy esta hecho con el corazón. Todo lo dicho es tan real como la vida  y tan dudoso como la misma.