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viernes, 11 de enero de 2013

Casualidades matutinas, cinco razones para usar los sentidos.

Siempre cabe la esperanza, pero esta vez espera en un banco melancólica deseando la confianza. Pero los humanos hemos aprendido a que esto último puede ser una broma de mal gusto.

Tazas de café para no dejar dormir a las pestañas que confunden la realidad con soñar despiertas. Habrá que deshacer las maletas, pues la felicidad absoluta no existe y me temo que no la traigo en ellas. Despojarse del abrigo, porque no hace frío, solo inunda el miedo. Necesito suspirar, las palabras no entran por la boca, así que nadie hará que diga lo que nunca saldrá de mis labios.

Será casualidad estar con la mente abierta y el corazón cerrado, sé que hay mucho que perder aunque por ello el juego no deja de ser tentador, es fácil leer en la mirada que guardáis ases en la manga, porque NUNCA OLVIDÉIS que los ojos son el reflejo del alma.
Primera casualidad: La vida puede hacernos perdedores.

Despertar sin sueño para variar.  Mi Don favorito es el de la palabra, porque no hay arma más letal que un puñado de estructuras con raciocinio prestas a luchar, siendo nosotros los luchadores. Combatiendo ante injusticias que se ciernen como espinas, siendo la piel rosa desnuda. El usufructo equivocado puede retorcer nuestra cabeza hasta cercionarnos de que hemos creado un increíble laberinto sin salida. Algo que puede resultar tan utópico como real. La cruda realidad siempre ha sabido diferente. Desorientado, sin saber qué hacer, las palabras no te van a sacar, usa un poco más de ti.
Segunda casualidad: La vida puede enjaularnos.

Despertar enloquecido. En un mundo lleno de gritos para un sordo. Cuando nada llega a entrar en la cabeza porque esta cansada de sustentar estupideces hipócritas. "No hay más sordo que el que no quiere oír", sencillo y potencialmente enrevesado. Los silencios hablan, escuchar, solo hay que hacerlo, pero si lo único que sabes hacer es darte cabezazos contra la pared serás el mas sordo de los mortales (además de un descerebrado). Escuchar y oír nunca fueron lo mismo.

Tercera casualidad: La vida puede silenciarnos.

Despertar entre la lluvia. Huele a viejo, mientras las sábanas están empapadas a la intemperie. "Este olor me resulta tan familiar que parece que fue ayer". A veces un olor nos remonta a un pasado lejano, tan lejano y reciente que fue ayer de hace unos años. La piel huele a cansancio, a polvo y el pecho esta sucio,  el dolor se acumula y huele a destrucción. Siempre recordaremos ese olor, porque alguna vez nos hemos destruido hasta acabar exhaustos en una cama empapada en lágrimas.
Cuarta casualidad: La vida puede olernos desde lejos. 

Despertar con la miel en los labios. Siento que soy una ficha de un puzzle y tú encajas perfectamente con mi cuerpo y entre mis brazos. Por eso sabes a cielo y otras mis labios se rompen contra un suelo de escarcha tan frío como la distancia. Acabo entre la tierra, muerta en vida ante un vacío que juraría que es infinito. Pero no me hago a la idea de que algo nunca puede acabar (por eso sigo viva, hasta que no sé ni yo misma donde esté). Retirando la sangre que crea surcos por las mejillas puedo decir:

Quinta casualidad: La vida puede saber a sangre.

Sexta casualidad: La vida puede ser tan tangible como el miedo.