Consigues retenerme entre tus brazos, en un abrazo de oso tan inmenso que quizá un día consigas que me desmaye entre tus brazos y sea tu bella durmiente (aunquelo primero me resulta repugnante). Luego respiras en mi cuello y creo que hay un problema en el sistema, porque escucho los pitidos que gritan "algo no va bien" y claro, si mi corazón le echa un pulso al tiempo probablemente eclosione. Aunque no tiene importancia, porque estoy enamorada y quizá siga viva, ¿por qué no?
- Traigo palomitas- Creerás que esa es la solución a todos los problemas y depresiones si no te gusta el chocolate, pero te equivocas y si piensas que es un buen remedio eres enfermizo. De acuerdo, deja que las palomitas se hagan mientras maquino un plan maquiavélico para acabar con tu seguridad, porque en cuanto entras pareces el Rey de la casa. Y en verdad lo eres, pero tampoco te lo creas, aún no ha estallado una guerra en nuestro Reino. Conquista a la Reina y se cree que tiene la vida hecha, pero siempre me ha gustado poner trabas, jugar con el camino, pues un tropezón con una piedra es poca cosa y demasiado utilizado.
Yo en una esquina del sofá, tú en la otra, yo aferrando mi taza de té, tu mirándome con picardía, yo ignorándote, tu tosiendo, yo atragantándome por intentar disimular la sonrisa bebiendo, tú beneficiándote de mi locura. Esto se convierte en una tira y afloja y haga lo que haga acabo a tu vera, o más bien tú a la mía, sabes que soy irresistible. El sonido del microondas, salvada por la campana. Vas, vienes, vas, el salón aparece con una manta, unas deliciosas palomitas y tú. Es una tarde perfecta, que más puede desear una adolescente haciéndose adulta. Me abrazas. Ahí te has pasado, suéltame. Vaya... parece que estoy atrapada, que injusta condena, digo acomodándome en tu pecho. - Sufriré en silencio- Ríes. Sacas una película de Tarantino, acabas de tocarme mi fibra sensible, estoy enamorada de ti y sé por lo que es. Sacas otra, Eastwood. Oh shit.