Seguidores

viernes, 25 de enero de 2013

Las calles de París


La lluvia llama a mi ventana, su repiqueteo es tan dulce que no me lo pienso un minuto más, por si acaso después me remuerde la conciencia.

Hoy quiero hablar de Amor. Saco París del armario, sacaría Roma pero a mi me enamoran las luces de París y el romanticismo de un violín. 
Hueles a café y a cereza, siempre te he recordado así, cuando cierro los ojos te veo tumbada en la cama mordisqueando las cerezas que tanto te gustan y sonriendo, como acostumbras. Si te dijera lo que mordería, sabes de sobra que serían tus labios, pero prefiero no adelantar acontecimientos.
Bajar por un ascensor antiguo donde las florituras de forja cubren la piel y la hacen más delicada y atractiva de lo que ya es, cada resquicio es algo que me desboca.

La vanguardia de las calles de la ciudad parisina te atrapa, empezando por tus tobillos y subiendo con delicadeza, sin prisas pero con ansias de rozar lo que la ropa no deja ver. Dentro de tu pecho sé lo que se esconde, posando una mano lo escucho y besándote lo siento, porque me abrazas fuerte y eres tan apasionado.

Me recogí el pelo detrás de las orejas, para no impedir el curso del viento. Compré una rosa roja y caminé de su mano, esperando que una sombra extraña y reconocible me dijera: ¿Dónde estabas? He estado buscándote más de una vida. Me encanta que exagere, consigue sonsacarme una mueca y mis hoyuelos se alzan a la luz de las calles. Pero él no lo sabe, porque el hoyuelo esta en el lado que no ve. Prefiero enfurruñarme y morderme las uñas. Sé que recibiré un beso.
Una chica mas, pero la única de tus ojos. Eso me convierte en privilegiada para hacerte la vida absolutamente imposible y rondar tu cabeza para que no me olvides. Porque ahí dentro se esta a gusto, aunque a veces no logre leer lo que piensas, porque piensas tan atropellandamente que me desconciertas, por eso prefiero mirarte a los ojos. Que enmudezca el mundo un rato y pueda ver tus gestos, porque eres el chico de mis sueños. 
Hablas y hablas y solo sé y llego a las conclusiones de estar contigo toda la vida, aunque parezca poca. Hace frío. Tanto frío que mi abrigo más preciado lo cambié por tu piel y no te encuentro por ningún sitio. 
Entonces me empujan por detrás y me vendan los ojos, tu voz se cuela por las comisuras de mis mejillas aunque odie que me asustes. Y para mi sorpresa me coges en brazos y aparecemos en la torre Eiffel como dos locos enamorados a punto de echar a volar desde su cúspide. Eres idiota y lo sabes, pero prefieres callarme con un beso, así que no me queda otra que soportar tu crueldad. (Te encanta que te engañe con dulzura y lo sabes) París duerme y otro tanto enciende la luz de su habitación, es tan magnífico tenerte aquí conmigo que si me lo hubieran dicho hace cuatro años me hubiese pegado un tiro. 
Estoy dispuesta a aparecer sigilosa tras el sofá y tirarme encima de ti y morderte la barba que pincha. Lo detesto, pero me encanta, es una contradicción tan absurda que me enloquece. Por ahora quiero respirar el aire de París y escuchar como resuena tu pecho y ver lo nervioso que estás por mi opinión, no sé por qué te importa tanto si no me haces ni caso. 

No me enamora París, ni el romanticismo de sus calles, me enamoras tú. Déjame que te susurre algo al oído y que quede entre tú y yo.