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viernes, 13 de diciembre de 2013

El libro de Los Ángeles

El libro de los Ángeles susurra así;

Piensa en la bala que hiere tu pecho en esta guerra intrínseca, piensa y siente aunque jamás lo veas en el reflejo de un espejo. Tu semblante gélido esta madrugada se alza más allá de la escarcha, de la niebla y de luna, que te ve como si fuera ayer cuando te trajo al mundo. Que tuerta te ve, como no te ven otros ojos.
El frío te arropa tal y como te arropé yo. Los labios secos de guardar tantos suspiros y tus pestañas, qué fue de ellas, consumidas de guardar tantas fotografías de recuerdos. Me pregunto si aún provocarán un tornado en New York, porque el cielo sólo de pensarte se estremecería. Como me estremecí yo. 
Eres un ángel de ánima alada, pero tú piensas con un "era". Y yo a veces también te pienso como un "eras". 
¿A qué temes ángel mío, al Invierno del mundo o al invierno en ti mismo? 
Desearía tu rostro con mis manos, abatido por la ausencia de felicidad, condenada por saber que nunca será absoluta, agotada de una vida de metas y cometas vagando por un cielo azul, teñido según los días, según las vivencias de un corazón.
Mi alma llora e implora una razón por la cual luchar, con los pies en la tierra húmeda, los ojos vacíos y el alma ¿dónde estará el alma soñador?
El fiel soñador que se acostaba cada madrugada, induciéndome a su sueño como si fuera novela de amor, e ilusa de mi, que cuando me sueño sé que estoy soñando porque no siento y es más, me encuentro en tercera persona. Dándome envidia de mis propios sueños, echando de menos sentir cuando en realidad no siento.
He de dormir para calmar mis miedos, para que los monstruos sueñen que no sienten, para que sean en tercera persona y no en primera, y se llamen por mi nombre.