Seguidores

domingo, 22 de diciembre de 2013

Señor, disculpe

Señor disculpe, quiero ir a Roma pero sin amor.
La bailarina de mi caja de música ya no quiere bailar,
y se dirá ¿qué bailarina? y yo diré oh sí, mi corazón.
No se extrañe señor, yo me entiendo pero usted a mi
quizá no, pero verá, cómo le explico yo mi amor.
Quiero ir a Roma con o sin razón y usted dirá otra vez
¿razón de qué señorita? y yo diré pues no lo sé señor.
Pues verá señor, mi prólogo empieza antes del sonar de
cualquier violín, pero mientras lo digo, alzan sus voces.
Y dice así; te necesito como me necesito cuando en el 
espejo no se encuentra el reflejo de mi misma y miro, 
esperando ver lo que mis ojos no ven, porque no hay 
espera si no se espera nada, ¿por qué? porque nada hay.
Quiero explicarme aunque no explico ninguna explicación,
dadas las circunstancias en esta estancia, ¿dónde estaré yo?
Pero esta vez, señor, usted no preguntará, porque no se sabe
cómo, entenderá. Fíjese usted el espejo, ¡el espejo! y ahí
estaré yo, mirándome a mi misma y sabiendo la realidad, la sabe
señor, y yo preguntaré ¿quién es usted? y reirá en mi pecho,
la bailarina bailará, porque disculpe señor, usted es mi corazón.
No entenderé nada, el señor se fue, y dirá de no se sabe dónde
no señorita, yo siempre estoy aquí. Y es verdad señor.