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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Ciego sin noche ni luna

Ya no hay noche tuerta, un hambriento se comió la luna llena.
Quiero bailar con el ya no hambriento, un vals.
Que toque la lluvia por favor, que de madrugada no me gusta
que me hagan esperar.
La noche es joven y hoy no quiero despertar, tan siquiera soñar.
¿Sabe usted? A veces me llaman loco, por hablar a solas,
y cómo le explico a un ignorante que mi corazón no puede ver
el amor porque esta ciego.
Algunas noches le encuentro borracho y no se me ocurre otra
cosa que arroparle para que no pase frío.
Pero yo sé que no hay más frío ni mujer más fría que la soledad.
Cómo le digo yo, señor mío, que no encontrará camino al andar.
Yo le cuento cómo es la calle y le digo que aquello que escucha
es una riña de gatos, y él me dice -lo sé, también riñen aquí-
aquí dentro.
Él ama los pájaros, como las alturas y yo le digo sin crueldad,


Tú no tienes alas. Tú no amas las alturas.
Tú sueñas y vuelas, y tu altura es cuanto amas. 
Eres un ciego que sueña y que cae tan alto como ama. 
Y desgraciadamente, cuanto más sueñas más amas, 
y, mayor es la caída, amigo mío.