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jueves, 4 de septiembre de 2014

Luego yo,

Luego yo, todo mi sentimiento se sentía como un lienzo a estrenar de un jóven William Turner, nacida en el romanticismo del alma, donde los valores hacían a las personas y donde el arte alcanzaba su cruel belleza humana. Me dolían las piernas de estar siempre a la espera, de que por su cabeza pasara una idea y esta se plasmara en mi blanco corazón. Quería que me pintara con todo su amor.
Pero no soy un cuadro, ni son las manos de William Turner las que me han llevado hasta aquí. Para mi desdicha probablemente sólo sea una humana más, para él soy única.

Crecí con un protocolo de valores, sin ser tal, crecí ignorante y moriré como tal. Yo era un lienzo, llamémoslo metáfora, la gente era buena y no existía maldad, sólo era una niña y sólo éramos unos niños, yo crecía en una rutina gris. A una temprana edad, vete tú a saber cual, cogí el pincel e hice de mi exactamente un cuadro de William Turner, por ello me quedé embelesada cuando le vi, yo tenía un punto de luz entre tanta oscuridad. Pero me conocí de fuera hacia dentro, y lo ignoraba por completo. Romanticismo. A día de hoy he llegado a esa claridad, he llegado a conocerme por completo aunque a veces me sigo sorprendiendo, es tan inevitable como amar.
Y pese a todo, hoy puedo ver el mundo con los ojos de Gandhi