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miércoles, 22 de septiembre de 2010

"..."


Posó sus pies sobre la Tierra.
Ahora todo se veía de colores diferentes según los ojos con los que lo mires, la piel con la que lo sientas, el oído con que lo escuches, el gusto con que lo pruebes y la nariz con la que huelas.
Y esque nunca, o quizá alguna vez, alguna excepción del aregla se paró a pensarlo. A pensar en nuestra complejidad y nuestros sentidos. Grandes virtudes para los poseedores de su totalidad.
A lo largo de esta quinceañera vida, he conocido personas, muchas...demasiadas realmente. He conocido por dentro y por fuera a una persona. Una cosa insignificante, mas aún que la cabeza de un alfiler, pero infinitamente extraña y diferente al resto.
Si cojo un cuaderno y poso mi cuerpo sobre un banco de madera, puedo ver corretear a seres humanos.
Y a la vez, ponerme a pensar y sentirme afortunada por todos mis sentidos, que con el tiempo, probablemente iré perdiendo.
Mi corazón se estremeció, cuándo vi pasar frente a mis ojos a una persona ciega. ¿Qué ve él que no veo yo? Y viceversa. A pesar de que mis años se puedan contar con poco más de los dedos de una mano, una vez me paré a dar vueltas a mi cabecita. Y cada vez que lo pienso, me retuerzo hasta casi saltarme las lágrimas. Que sería de mi siendo ciega, no pudiendo ver lo que aprecio, lo que quiero, amo y deseo. Desde cosas insignificantes, un color, hasta cosas increíbles, una sonrisa. La felicidad de un niño, adulto u anciano. Mi color favorito y con él mi país, Canadá. No podría escribir, como un humano con el sentido del que carezco. Desaparecería así, mi ilusión por abrirme una puerta. Apreciar el rostro de mi madre, padre, hermano, amor... todo son desventajas. Pero desearía serlo por un día, para saber que se siente.
Lástima que existan dos tipos de ciegos, ciegos que no ven (carecedores de su virtud) y ciegos que no ven viendo.
Y,¿qué ocurre al ver a una persona que no siente nada en la piel? Desaparecería mi piel de gallina cuando le veo apoyando su cabeza en el marco de la puerta. Sentir suave y áspero. Y a ésta "sensación" también le añado el poder de correr, nadar, bailar... los pasos mas hermosos y delicados de una bailarina serían un simple imposible en mi vocabulario. Y de correr... cuántas veces habré corrido sin rumbo por algún lado de éste mundo y del mío. Si no pudiera hacerlo, estaría completamente perdida...como muchas veces, la única diferencia de éstas últimas es que a pesar de tener piernas no podía huir. Y nadar... mover mis brazos de un lado a otro como un pez, tener la piel de pez que tanto sueño. Si ésto me falta, si mi sentir es ixesintente... no quiero imaginarme a la persona que lo porta, a pesar de que lo haya hecho.
Escuchar...su voz...no hay cosa que mas adore que su voz. Me encanta que me lean, hace que sueñe inconscientemente. Poco a poco cierro los ojos, y voy a mi mundo compartido. Recuerdo la vez que me leyó el poema número veinte de Pablo Neruda. No había cosa mas fascinante. Le miré con los ojos como platos, escuchándole en todo momento y enamorandome una vez más.
¿Y mi piano? El piano que me inspira. Aquel que también me hace volar y hace que escriba lo que de mi rincón sale. Una persona sorda... una vez hablé con una niña. Y mi impotencia por no saber expresarme a ella me enfureció. Y me fuí lejos a llorar, hasta que me encontraron seca. Era feliz, tarareaba levemente una canción y sonreía a mas no poder. Sonia se llamaba... era preciosa, tenía ojos coca-cola y una sonrisa que no la cabía en el rostro. La vi entristecer un montón de veces, clavaba su mirada en el suelo y sin preguntarla sabía "su porqué". Nadie la entendía. Yo sí, pero ¿cómo demostrárselo?
Dulce y salado. No es lo mismo probar un pastel dulzón que tabasco. Aún recuerdo como quemaba mi boca. Y com escuchaba carcajadas en la mesa. Mis ojos lloraban pero la escena era graciosa. También estan sus momentos tristes...como todo... aquí mis recuerdos viajan a un hospital. En el cual el paladar no hacía falta, solo una buenas venas, con una conexión a una bolsa de suero. Apoyé mi cabeza en el armario viéndolo dormir. Viendo como no podía probar un trozo de comida. Di media vuelta y me fui a un sillón de fuera. Dejando caer mi barbilla sobre ambas manos. Desaparecí.
El olfato es personal, una vez no pudo respirar... pasó algo que no quiero recordar. Dolió, fue una daga cruzada por mi pecho. Pero realmente, ¿Qué hizo daño? El daño que me hizo, o su asfixia. Claramente lo segundo. Mataba la sensación de ver como lo intentaba y no podía, y muchas mas veces he tenido la desgracia de verlo, junto con la cobardía de no saber qué hacer. Porque no puedo estar a su lado para ofrecerle mi pulmón. "No me pidas perdón...respira"...
Una canción decía: "no tengo lo que quiero pero quiero lo que tengo" pero... si no tengo algo de lo anterior. ¿Para qué quiero vivir? Ver, oir, sentir, degustar y oler. No puedo ser una de las anteriores personas reflejadas en mi texto. No sería capaz de vivir así...