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jueves, 10 de mayo de 2012

Los sueños del alzheimer vagabundo de la Torre Eiffel:

Recuerdo no tener miedo al miedo. Saber su nombre, pero no significado alguno, quizá lo haya sentido o lo sienta, pero no lo sé. No sé absolutamente nada, ni mi nombre, ni cuando nací, ni a quién quiero... pero estoy seguro de que el día que menos me lo espere quién me quiera vendrá a mis brazos. Solo enredo la mecánica de la razón mientras la ilusión roza mi piel. 
Podré olvidarme de mi mismo, mirarme a un espejo y ver un desconocido que me gustaría conocer,  pero nunca de mis sueños y la calidez de un abrazo. Pues todo misántropo taciturno ama en silencio mientras su corazón se desboca.  
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Recuerdo subir a la parte más alta de mi gigante Eiffel, mi razón se contradecía diciéndome "hazlo" y a la vez "niégate". Pero mi deseo es trepar por las nubes hasta llegar a la luna y desde allí admirar a Eiffel. 
Pensar que la vida no es cruda, que se vive para hacer los sueños realidad. Conocer a las gemelas Felicidad e Infelicidad, ansío recordar su existencia, pero dudo, dudo si han sido de mi propia invención. 
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Recuerdo despertar con los rayos de sol y dar los dulces sueños a la luna, mientras la melancolía de mis pupilas los miraba con recelo, ¿cuando sabré diferenciar a la noche y el día, el día en el que vivo, qué año es, qué mes o cuantas  horas quedan para que el sol decida atesorar su luz y reconciliarse con la luna para dormir? 
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Recuerdo suspender mis piernas en el aire, cerrar los ojos y volar, os juraría que tenía alas, solo que no sabía utilizarlas, recordé mi vida, supe quién era, era el vagabundo de la Torre Eiffel. Sabía que era la felicidad pues solo sabía reír. Sabía que era el atardecer del 15 de Noviembre de 1912. Sabía quienes eran la luna y el sol, sabía absolutamente todo. Sabía quién me quería, nadie. Comprendí que la vida tenía sentido, pero no sin ti. 

Recuerdo el día que cerré los ojos y no los volví a abrir, se me olvidó vivir.