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lunes, 16 de septiembre de 2013

Reflexiones de una golondrina en la ciudad

Erase una vez un día que no sabía dónde mirar, podía decir que el cielo me embriagó con sus nubes pero no sería del todo cierto y siempre busco certeza entre tanta incertidumbre aunque la realidad duela. Si me considero soldado será por una razón, ¡qué menos que demostrármela! 
Iba por las calles de Santander, buscando algo sin saber qué, un entretenimiento quizá, algo que me desviara completamente de estos ojos que se te clavan y hacen que el pelo se erice como si estuviera a la defensiva en un combate poco fructífero, porque ¡vaya estupidez! acostumbrada a tanta mala persona que al final acabas creyendo que cualquiera puede hacerte daño y como un gato, afilas las uñas, con delicadeza, relamiendo cada palabra, sosteniéndola como arma blanca por si hay que disparar. Respira, deja que huya tu mirada, que vuele en libertad mientras por dentro estalla una tormenta inútil, la cual aún no lo sabes pero se te olvidará en el próximo adoquin. 
Por arte de magia aparece una curiosidad que llama mi atención tanto, que el mundo queda mudo entre el gentío y sólo con una 'n' de diferencia. Quién lo diría, acabo escuchando mi corazón deseoso de expresar qué siento y sin saber cómo empezar, siempre estamos en las mismas pero soy yo quien da el brazo a torcer y escribo para respirar. A ver si me explico

En la ciudad no sólo una, si no varias personas comparten un pensamiento que les une sin ser conscientes de ello, porque... ¿para qué íbamos a contar que vivimos en el último piso del edificio, que construimos un jardín en la terraza porque necesitamos respirar y equilibrar los niveles de humo en sangre? 
Quizá sea una reflexión absurda, pero yo no lo creo, y creo que si me explico puedo llegar a rebatir esa idea y darla por errónea. Si hay excepción para mi no hay regla, ¡eso sí que es absurdo! Prosigo, para mi la ciudad es una jaula, la cual compras, adquieres las llaves y vives en ella porque 'es lo que más me conviene dada mi situación' y sí, es el centro de la vida, y si lo llaman corazón de la ciudad podemos hacernos una ligera idea del por qué. Entonces como 'no hay mas remedio que sufrir la enfermedad' las personas deciden darse un respiro (y nunca mejor dicho), deciden hacer algo por lo que la convivencia con la ciudad resulte más amena, deciden crear un Amazonas a pequeña escala, para no sentirse tan consumidos y así, cuando se tumben en el suelo y miren al cielo se sentirán como si estuvieran en un claro del bosque, el dulzor de las plantas, la inmensidad del cielo azul... ¡qué mas se puede pedir estando en pleno bullicio! Ah si, una buena música, alguna melodía que exprese libertad. 

No nos confundamos, no son ilusos que se engañan intentando hacer de la ciudad una vil mentira, no. Son personas conscientes de dónde viven que han encontrado su pequeño respiro que abre los pulmones para que digan 'cuando salgo a la terraza sé que esto es la ciudad, pero soy feliz alzando en ella su lado opuesto, lo hago por mi y me hace feliz, quizá sea insuficiente pero mis caprichos no piden más dadas las condiciones' y con los pulmones más abiertos, se respira mejor. Aquí la lógica no tiene nada que hacer, ni que ver. La moraleja es 'convivir con la ciudad'.