Cuando habla las hojas de árboles acarician el suelo, la gélida brisa estremece los pulmones, estos no son unos versos románticos que citen cómo se para el tiempo, esta es la cuna del silencio mecida por el viento. Así es cómo la realidad entró por la puerta sin llamar, viéndome desnuda y frágil a la luz de un Septiembre taciturno.
Enraicé incertidumbre con certeza y querría poder escribir que brotaron flores de un color ilusorio y eran las mas bellas, pero no sólo me engañaría a mi misma, sangró mi amor y nadie logró verlo yo era un árbol desnudo y las hojas color escarlata... imaginaos qué eran esas hojas y por qué decidí que agonizaran en la tierra, externas a mi cuerpo.
Me quedé ausente porque las églogas del corazón hacen que los poetas enloquezcan cuando escuchan el llanto de sus latidos.
Querría que me vieras como una golondrina que no cambia tu balcón por una absurda estación. Pero sólo soy una humana que erra como condición, que escribe para respirar mientras tú, mi lluvia de Otoño, besas mi piel y tengo sed de ti.
Endúlzame los labios con tu cálida presencia. Ser tu razón de ser Otoño.
Que nos embriague el silencio en un lecho de hojas secas. Ansío que pidas mis pasos por donde pises, que quieras que el vuelo de mi vestido levante las hojas como tus pasiones.
Concédeme este baile para dos, que después llego yo y soy el Invierno.
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