Ahora un retrato no es más que un pincel de un mero pintor, Oscar Wilde hizo en prosa las pinceladas Basil Hallward y todo lector no vió sólo el retrato, sintió la voz de la belleza en cada palabra que susurró el corazón.
Puedo seguir viajando hasta la casa o más bien mansión de Cumbres Borrascosas y el léxico perfecto, el más perfecto que he leído hasta entonces, dónde Emily se desnudó. Con la delicadeza propia de una mujer, dónde no sólo dejó su alma, también la piel.
Hoy los cuervos me devoran a plena luz del día y en mi pleno anochecer, cuán diferente soy de la realidad que me abruma y en ocasiones hasta me hace llorar.
Mi alma se agrieta con el paso del tiempo y mi piel lo sabe, ya no hay obra ni tinta y mucho menos un escritor que me endulce como antaño y me haga perder la noción.
Heme aquí, en otra época.