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viernes, 25 de noviembre de 2011

"La casa de las muñecas"

 Lúgubre, demasiado quizá.
Las puertas gritaban acompasando mi empuje con los dedos. 
A vuestros pies; el jardín lleno de rosas muertas que un día fueron blancas. Al final de un maltrecho sendero, una casa. 
Recorrí la Tierra seca y aparté varias piedras del camino, adentrándome a quién sabe qué aventura. Con la suave brisa que creó mi cuerpo al subir las escaleras, la puerta se abrió. Como si algo u alguien estuviera esperando para una grata bienvenida.
Busqué un escondrijo de un roedor en el suelo, sin percatarme de otros detalles más significativos. Pues no era el momento de romperme un tobillo o quedarme inconsciente. 
Alcé la vista al cielo, creí escuchar. A medida que mi cuello ascencía mi boca se entreabría más y más... Una cúpula emanaba cientos de rayos de luz, que deslumbraban al polvo y los objetos mugrientos del lugar. Era una sensación cálida y acogedora, aunque a la vez fría y distante. 
Incluso sentía una voz a mi izquierda, que me daba a entender que este no era el lugar que buscaba, o al menos el que debería pisar.
Sin querer, entré en una sala de té. Donde aún se conservaban la mesa y sus complementos: tazas, platos, cucharillas, tarros...
Una serie de elementos que hacen de una simple mesa de madera blanca un deleite para los ojos. Acaricié el borde de una de las tazas, mientras una ventana se cerró a mis espaldas y sin querer derribé la taza contra el suelo. Miré hacia atrás, asustada. Y peor fue la catástrofe cuando más asustada que la vez anterior, tiré la mesa contra el suelo. Intentando retroceder por el precipitado vuelco al corazón.
Cientos y miles de ojos, clavados en mi, cientos y miles de sensaciones congeladas en el tiempo. Alguien no existente en esta sala (o al menos vivo) ¿puede explicarme que diantres ha ocurrido?
Eran muñecas, suaves y tersas muñecas. De apariencia de persona, pero demasiado perfectas para ser una. Con rostros expresivos: Dolor, miedo, alegría, euforia...
Nada agradable para una persona que lee novelas. Ya que de pronto te asaltan infinitud de surrealismos novelescos. 
Curiosa como el nombre de la muerte del gato. Me acerqué sigilosamente, como si alguien estuviera dispuesto a asustarme detrás de tantas muñecas. 
Saqué mi bloc de notas o diario, como prefieras llamarlo depende del uso:
- Tengo miedo. Pero ahora, atando cabos o hilos (no sé que elegir) es todo pura sencillez. Parece ser que estoy en una especie de sueño, una parte del libro, quizá en el quinto capítulo. Todas las muñecas me recuerdan a mi. Y diferentes vivencias de un pasado lejano y no tan lejano...
¿Y si todo fuera un sueño? ¿podría cambiar las desgracias por fortunas? En ocasiones no quiero despertar, quiero vivir en mi nube. Pero nunca aparece la maldita lámpara del genio concediéndome mis tres deseos. 
Nos arrepentiremos de tantos errores, nunca habrá marcha atrás. Pero siempre quedará ese atardecer, que nos hace reflexionar. Ser grandes día a día después de cada paliza (aunque como bien dijo alguien, todos somos diferentes).