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domingo, 17 de noviembre de 2013

El vals de los tiburones blancos

Somos la leyenda urbana, que discúlpenme, pero nada tiene de leyenda pues no hay un trozo de realidad.


Temes al tiburón blanco que no sostuvo tu cuerpo de cristal entre sus fauces, pero eres tan capaz de morir de amor, que me abrumas.
Pero hoy no quiero estremecerte el corazón, quiero ahogarte en la mentira.
Con cautela, con recelo, cual rayo de luz entra en nuestra piel, con delicadeza, con dulzura, la mentira es tan bella que tiene nombre de mujer. Miénteme.  Tu barbilla alzada, tu semblante de robustez, dedícame la mentira más delicada y luego habla con mis ojos y diles si lloran porque saben llorar.
En un tiempo pasado, que no por ello mejor, tus mentiras mordían mi corazón ingenuo, ahora es una cicatriz y ya no siente.
Creo que se volvió tiburón y rara vez ataca a un humano pero ¡fíjate!, quiso que fueras su excepción.
Si recuerdas la cara angelical que un día te soñaba, mírame como me ha consumido el olvido, mis ojeras rozan el suelo, porque ya la pena no merece soñarte. El océano era tan acogedor, que olvidé tus brazos como quien olvida su poema predilecto, y quería contarte este domingo de lluvia cómo somos los tiburones.
Confesarte que me conocía, pero todo cambió con el sabor de la sangre de mis heridas ¿o prefieres que diga las tuyas? E ahí como mi corazón sólo se volvió latidos y tú te convertiste en mi hombre hostil.
Mi temor y lo que me haría mas fuerte. Mira lo que tus mentiras hicieron de mi. 
En esta guerra no hay amor que gane, solo habrá un camino, una tabla de madera, serás acorralado por el odio que dejé en la tierra, querrás huir por mar y cuando mires hacia tu salida, verás el vals de los tiburones blancos. Te estaré esperando y será absurdo que grites pasión porque no habrá corazón que te escuche, porque mírame, ¿qué fue de mi?

Disculpeme, maté al humano que había en mi, ya hay realidad en la leyenda. 
Témeme tanto como yo te amé a ti.