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miércoles, 25 de julio de 2012

Tan matutino como el sol:

Despertar un día, sin saber cual, en ocasiones lo olvidamos. También perdemos la cabeza, pero existe una estrategia innata para que no sea físicamente posible. Despegar las cortinas con un hercúleo sonido metálico y descubrir que los rayos son el único despertador que ejerce su trabajo. Puesto que por mucho que me empeñe en dormitar en las lúgubres sábanas al cabo de un minuto me percato de que anteriormente me levanté con el pie izquierdo. Entonces enfurruñada desempolvo el suelo arrastrando los pies y a regañadientes bajo las escaleras. [Con]tra mi propia voluntad, que se tiene más en cuenta que a mi. 
Pero los cítricos despertares no importan cuando se avecina tormenta por el extremo izquierdo de mi razón si es que le tiene. Tengo la sensación de que solo degusto limón. 


Quiero atravesar esa puerta que muchos la llaman vida y otros tantos muerte. Porque vives, pero vas muriendo despacio y con prisas. A no ser que pienses que eres inmortal hasta que la muerte diga lo contrario. Ante la duda quiero vivir muriendo, pero ser consciente de mis recuerdos. Soñar es distinto, aún no deseo trepar hasta la luna. Pero, en cuanto del corazón se trata... ¿puedo amarte de espaldas a la muerte? 


Acabo acostada en el cálido sofá, como en muchos otros delirios de existencia. Mirando al techo y esperando que se mueva o aparezca algo que le de sentido a la absurdez que estoy haciendo. 
Mañana amanecerá otro día, ansío escuchar el rugido de mi Mercury Comet; mientras el viento juguetea con mi pelo y el sol quema mis entrañas.
Quizá mi copiloto seas tú y juntos veamos como la ciudad despierta, no dejando más luz que el sol. Amo los quizás tanto o menos que a ti. Y QUIZÁ despiertes entre mis sábanas y QUIZÁ todo no sea un sueño. 


Buenos días mundo, cuanto me agrada desayunarte en bandeja de plata. 

Ojos de océano