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miércoles, 11 de enero de 2012

Las trémulas alas de [co]razón


Hace tiempo me perdí en la ahusada soledad. En la noche más oscura que jamás imaginé su existencia y mucho menos, que estuviera presta a que unos ojos cualquieras gozaran de tal belleza. Al final de un callejón que susurraba poesía, escuché gritos exánimes. Mi corazón encauzaba a mi razón, no concebía el drama. Pues consciente era de los peligros sucedidos en cada recoveco de un lugar desconocido; pero un corazón siempre precede a la razón. 
Sus dedos asomaron por la esquina de piedra grisácea, en la cual una luz aterradora iluminaba dos curiosas pupilas. Blanca como la nieve y a su vez estremecedora. 
Cientos de alas revoloteaban el cielo, lo más extraño, es que eran el sustento humano. Si prestarais una pizca de vuestra atención, escucharíais el llanto del corazón tras la muerte de su razón. El aullido se enredaba por tu cuerpo, como un terso ovillo de lana; más tarde, fortalecido por tu inherente subsistencia, engendrando resquicios por la totalidad de la piel, acariciando la razón y desenterrando el quebranto, recorriendo las partes de un laberinto de La Felicidad: Primero olvidando su significado, más tarde la palabra y concluyendo con sentimientos y escenas de la vida (es difícil y tan sencillo como crear un color). 
Esos cuerpos coexistían en sus muertes, en un farsante cielo que arrancaba estrellas de sus mejillas. 
Me encuentro exactamente en el distrito de los sueños, en la calle Las Almas. Atónita entre tantas Almas, perdida con mi sombra y sintiendo un escalofrío en los tobillos. Observé qué era lo que recorría mi cuerpo, un aullido. Cuan más miedo poseas y más pesimistas sean tus pensares, este te irá devorando a la rapidez de los latidos de tu corazón. Grité, mi voz salió de mi interior en forma de rosa blanca, en el extremo blanco. Congelando el finito callejón...
- Solo logro recordar sus ojos clavados en mi cuello, pues la realidad me despertó.