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jueves, 5 de enero de 2012

Skyscraper's nightmore:

Dicen que vivo en un cuento de hadas, en el cenit de Nueva York; se equivocan. Esos catastróficos intelectos se equivocan. 
Por las noches intento dormir, agoto mis fuerzas hundiendo mi cabeza en una almohada que no insonoriza el ruido de las calles. Mis ojeras llegan hasta el suelo y mis párpados rojizos no pueden mantenerse abiertos más de tres segundos seguidos.
Mi vida es un rascacielos, en lo más alto y en el cielo vacío. Me ahogo en el vaso de agua que crearon mis propias manos. 
El único viaje a la libertad, es la lectura. Los versos tan solo son mi pasaporte pues el resto es pura imaginación. 
Vuelvo a las andadas de otra noche con insomnio, solo se me ocurre regocijarme de lo poco que puede asistir el rascacielos, un horizonte increíbles, repleto de luces níveas. 
Aferré mi pluma y libreta y subí con paso silencioso, pero veloz, hasta la cúspide. Saliendo por una especie de trampilla mientras el viento azotaba con ternura mi tez. Boquiabierta, me senté sobre unas baldosas y recordé lo frívola que era por dentro. 
Si preguntaban sobre sentimientos elevaba los hombros hacia el cielo, con una mueca y los dejaba caer. Añoraba la compañía de un gato incluso. Suspiré y las vivencias de cientos de cuerpos humanos vinieron a mi cabeza, todo lo que escribía hablaba de felicidad, cuando yo tan siquiera poseía una pizca de tan sabrosa delicia. Arrojé mi cuaderno y pluma, melancólica y hundida por mi propio ser. 
Cual pájaro, me aproximé hacia el borde del abismo y loca de atar (pues creía que era una golondrina en pleno Nueva York), sobrevolé las nubes, precipitándome con una sonrisa al suelo. Dicen que cuanto más alto eres, mayor es la caída. Pero no tengo tiempo, para pensar a cuál caída se refieren. Y entonces, justo antes de colisionar contra el asfalto, despierto. Jadeante y con unas gotas de sudor surcando mi frente, veo que no duermo sola. Es más, creo que esa compañía lleva años a mi vera, pues su olor esta impregnado por doquier. Trago saliva y observo el cuadro, hecho con mis propias manos por mi propia cámara, "the third day of December", tras la pesadilla, aún recuerdo tus manos acariciando mi piel y todo lo que me rodea se vuelve cuerdo tras la contradicción que tenía en mente por locura. Susurras a mi oído "tranquila, ha sido una pesadilla", con la voz más aterciopelada de mi mundo.