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sábado, 2 de junio de 2012

Mi dulce soñar:


Recuerdo despertar, pero el colchón se me hacía un tanto extraño, ya que era una nube del color del azúcar. Froté mis párpados, pensando estar en una narcosis crónica, alcé las pestañas y una de dos. O estaba rozando el borde de la locura o había despertado en un sueño. Me pellizqué, seguía en la nube... las paredes eran de un azul  líquido y se me antojaba saciar mi sed con ellas. Estiré la totalidad de mi cuerpo y sonreí, sonreí quizá al cielo, quizá a un techo color azul cielo. 
Los pájaros revoloteaban por encima de mi cabeza, ruiseñores alzaban sus voces al compás de sus alas, creando la perfecta armonía que solo un pájaro es capaz de crear sin querer. Estrechando un vínculo entre la voz y el volar. 
Sentí la necesidad de arrojarme al vacío, pues la nube era un tanto aburrida pasadas las horas. Asomé mi cabeza por un recoveco entre nube y nube. La ciudad se hallaba bajo mis pies, la ciudad y el océano. Era arriesgado, pero ¿alguna vez has sentido un cosquilleo y cómo la voz de tu interior que dice "no" se escucha cada vez más lejos? Me precipité al vacío. Pero jamás pensaría que podría volar, una vez volé sin destino. Este se presentó ante mi, es goloso, siempre decide cómo, cuándo y dónde. Sin contar conmigo. 
Me topé con un poeta taciturno, cuyo corazón, si tenía, no conocía de su existencia. Su mirada se perdía en el mundo, en la filosofía que había creado como autodidacta de la vida. 

__ El pez no vive del océano, si este no existe. El océano no vive, si el pez no le da una razón para existir. 

Era un misántropo lóbrego, lleno de laberintos que ni el mismo entendía o por lo menos, las personas no comprendían. Un puñado de palabras cambiaron su vida, recuerdo ese día como si fuera ayer. Pero aún no lo sabía, solo necesitaba confiar y conocer. Se dejó llevar por la piel del pez y conoció el océano. 

__ Nunca la memoria traicionará al pez. 

Vi como una sombra cruzaba la puerta de mi cielo, arrastrando los pies por mis nubes. No pareces el mismo, desde que hubo mutuo encuentro. Sonreí. Me tapé los ojos con un brazo, la monótona pose cuando la luz te molesta nada más despertar. He de reconocer, que lo hago porque me gusta mirar sin ser vista. 

__¿Sabías que el corazón nunca miente? Por eso confío en ti. Nada sería un sueño si tú no fueras mi mundo, ni me dormirías en tus brazos. Sin ti, mi filosofía sería vacía.