Seguidores

jueves, 28 de junio de 2012

Sonabia:








Un día, domingo por la tarde mi padre cogió el coche y nos fuimos. ¿A dónde? No sabía. Hasta que llegamos a un pueblo de aproximadamente unos veinte habitantes. Solo había casitas y pequeños paradores, pero tras andar un poco (metidos entre zarzas y arbustos) había una playa. Estaba triste, puesto que no había traído mi cámara, pero me sonrió. Mi padre mostró una de sus sonrisas para mi, como es tan frío no lo hace. Sonrió y sacó la cámara del coche, la cogí, le abracé y me fui llorando. Llorando de felicidad, puesto que él es un hombre que no muestra sus sentimientos, pero los pequeños detalles hacen que su corazón no quepa en su pecho. Feliz, como la vida me hacía disfrutar, hice fotos, unas de las fotos de las que me siento más orgullosa, puesto que fue una sorpresa. Una grata sorpresa. Y a pesar de haber pasado unos cuantos meses, las enseño totalmente orgullosa, porque no son obra mía, son de mi padre. 
Gracias Dad por demostrarme quién eres. Aunque me haya costado quince de mis diecisiete años comprenderte. Te quiero.