Cuando sea verano y el sol nos ciegue por doquier, allá donde pisen nuestros pies, recordaremos cuan deseamos volver al Invierno.
Con las narices rojas y un té bien caliente entre nuestras manos. Surcar las frías calles Canadienses sin otra cosa en la cabeza que volver a casa, dormir en tus brazos, encima de tu pecho y a la derecha de la cama. O tan simple como sentarme en el sofá a devorar libros y tú abalanzarte sobre mi, con una manta de cuadros escoceses. Recuerda, la grandeza duerme en la sencillez. ¿Qué princesas, qué castillos, qué artilugios de lujo, qué ...? maldita sea, ¡estupideces de cuento de hadas!Seré feliz escuchando el crepitar de la madera en la chimenea, viendo un cuadro de nuestro viaje a nadie sabe donde. Pero mi magia de Invierno aquí no acaba. Sonsacarte de la cama, tirando de tus níveas muñecas, empujándote (con delicadeza) por la puerta de casa y enseñándote aquello que me embelesa, la nieve. Precipitarte sobre el suelo y ganar la pelea, que entre tú y yo, ya sabíamos quién iba a salir victoriosa.
Tan pequeño, como imaginarnos dentro de una bola de cristal, de estas Navideñas, que zarandeas y cae la nieve desde lugares impensables e ilógicos, vernos dentro jugando al escondite entre pinos repletos de nieve. Mi fría nieve.
Y dejando imaginación a un lado, salir contigo en al anochecer, no de fiesta (en ocasiones me agobian esos antros), andar por un sendero, con mi cámara entre manos y lleno de luces Navideñas, nieve y tú. Sonreír, sonreír como si no supiera hacer otra cosa.
Quedarme dormida en el sofá por esperarte y verte en frente de mi, escribiendo poemas, bien sabemos que tus dedos son poesía (aunque no me creas).
- Os deseo una Feliz Navidad.
