En Tierra de nadie y a la vez de alguien; donde los acordeones suenas por doquier y las aguas murmullan una sarta de palabras ininteligibles. Abrochándome la capa que ondea tras el viento que sigue mis pasos, observo algo que sin querer, llama la atención del ser humano (algunas veces, todo hay que decirlo, intencionadamente). Un ser, humano, arroja una botella a uno de los muchos canales Venezianos, en los cuales puedes perderte y no saber que ya te has encontrado. La curiosidad me empujó a hundir mis manos en el agua, coger la botella y quedarme fijamente mirando el reflejo de la luna llena. Aunque para el susodicho que escribió la carta, la luna esta más vacía que nunca y el cielo es negro de por vida. Escribía sobre un poeta muerto, hallado con vida. Es decir, escribía sobre sí, dando a entender que por dentro no tenía más que unos recuerdos y algún que otro pesado latido. Versos donde la soledad se escondía entre tantos sentimientos, entre líneas, arropada con el miedo y protegida por mentiras.
Hablaba de añoranza, de un ser querido con exactitud. También de esclavos ,sin dueño, del tiempo y de aprender a conocer a una persona a través de los ojos. ¿Cuántas veces nos topamos con un completo desconocido y sentimos miedo, ganas de huir...? Y sin pensar, apresuramos nuestros pies, mientras nuestra mente se llena de pájaros pensares que no cesan de revolotear. Es la parte pesimista del arte de conocer a una persona por los ojos.
Redacta vivencias, una entrañable vida y un saco de sueños sin cumplir. Esto último se le escapa de las manos y de los ojos a decir verdad, el papel esta impregnado de agua salada, la cual no proviene del canal si no de unos abismos humanos, los ojos. "Quiero algún día decir, basado en sueños reales, lástima que el tic-tac que dicta no me de un respiro".
Los adoquines se cubrieron por personas, de las cuales huí sin siquiera pararme a observar sus pupilas, necesitaba un lugar vacío. Como el corazón que el describía, en el cual pudiera leer, comprender e imaginar la mente enrevesada de un poeta anticuado, que tira sus obras al agua...
"Nada, absolutamente nada, es tan revelador como una historia".
Y entonces calló la noche de las máscaras, donde asesinos, acróbatas, millonarios, tuertos y escritores eran completos desconocidos para lo desconocido.