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lunes, 19 de diciembre de 2011

La eterna primavera de Ofelia:

Cuando la lluvia se hunda en mi pecho, extienda los brazos cual pájaro deseoso de echar a volar y dormiten mis párpados aún despierto mi pensar. Entonces la primavera florecerá, arropándome con los pétalos de mil y un cerezos en flor, cayendo a ambos lados de la que un día fui yo. 
Y cuando los abra, sin querer, las copas de los árboles serán nubes. Posesión de mi imaginación y seré ese pájaro sin jaula. Siempre lo soy, libre en ella y acurrucada en un mundo trágico o como algunos denominaron "valle de lágrimas". Donde el amor no habita aunque nuestros corazones, engañados por sí mismos, crean creer que existe.
Volviendo al clásico escritor (o tal vez no) que un día me dio la vida. Arrastrándome conmigo a la pérdida de la cordura y desaparición. Bien saben quienes leen, que dejé mi vida en Tierra; pero desconocen donde me hallo. 
Realmente llueve sobre mi cabeza, la lluvia es gélida y el viento también, las nubes son grises y en cuanto al cielo, nada sé de él. Vivo, por llamarlo de manera alguna, en una continua tormenta, atormentándome día tras día por ese amor. 
Las manos que me escribieron (dentro de la imaginación) fueron mis asesinas, pues Shakespeare fue mi gran amor, el héroe incondicional de la pérdida de mi cordura. Quién aún me ve reflejada en sus ojos después de muerta; recuerda mi piel fría y húmeda. Lo más terrible es que no han variado tu sentimientos hacia mi, por ello me conservas encerrada, en mi jaula, viendo el destino desde otra perspectiva. Y aunque hayas escrito mi corazón hacia otro hombre, a quién de verdad amo es a ti. Dormiré en mi eterna primavera, esperando a que tu razón deje de sentir.