Como si de repente, guiado por tu instinto, sumergieras la cabeza bajo el agua. Incrédulo a lo que los ojos ven. Quizá con una bocanada de aire se acabe el mundo y con una milésima de segundo una vida deje de morir.
El tiempo es imprescindible y más si el destino le besa a escondidas en unos adoquines mugrientos.
Sacas la cabeza del agua, respiras, llenando tus pulmones. Y lo ves. Entonces ahí te das cuenta de que los sueños se pueden hacer realidad. E incluso percatarse de que en ocasiones, esos sueños que tanto añoramos, son personas. Personas que nos quieren con eso a lo que los humanos llamamos corazón.
Te sumerges en sus pupilas, te sientes débil cuando sus yemas acarician la complejidad de tu cuerpo. Las personas fuertes nunca lloran, pero ¿qué hay de las fuertes que lloran a escondidas? Débiles, como todas.
Dice una voz dulce: Cuando le escuchaba hablar a él, te oía a ti. Sus palabras eran tu pensamiento y su voz la tuya. Es tu... ¿alma gemela? Es un ángel a que mis labios echan de menos.
He vivido a costa de magia durante estos escasos días. Lo mejor de cuando brillan las lágrimas, es que sé que pronto, volverán a resurgir, ¿por qué? Porque no tengo miedo a nada. Ahora soy más fuerte que la nada y a solas no me conoce nadie, excepto él... y sé que nunca delataría quien soy.
Leo por ti, me pediste que lo hiciera, aunque quiero que sepas, que ya tengo libro favorito. Y aún no me lo he leído.